La LOGSE establece la escolarización obligatoria para las edades comprendidas entre los seis y los dieciséis años, periodo durante el cual todos los alumnos recibirán una educación común. A diferencia de lo que ocurría hasta hace pocos años, ahora no hay una segregación institucional al final de la educación básica entre alumnos de rendimiento académico aceptable que cursarían Bachillerato y los de bajo rendimiento que irían a la Formación Profesional. El principal problema que se plantea en la nueva etapa comprehensiva, especialmente en la Educación Secundaria Obligatoria, es el de cómo atender a tal diversidad de alumnos. Además obliga a la escuela a replantearse su pretensión de que desde sus niveles mas bajos va a formar única y exclusivamente universitarios. Es decir, la escuela primaria y la secundaria obligatoria tienden a ser concebidas por buena parte de los enseñantes como niveles propedéuticos y no como niveles terminales. No se debería perder de vista que el objetivo de la educación básica es formar personas que puedan desenvolverse con soltura en su sociedad, que sean capaces de comprender y analizar su entorno, de relacionarse productivamente con los demás, de introducirse en la dinámica del aprender a aprender, del autoaprendizaje. El marco legal que articula la reforma educativa obliga a preguntarse qué cabe entender por enseñanza obligatoria.Rafael Feito Alonso es profesor titular de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid donde imparte Sociologma de la Educación. Es autor de Nacidos para perder. Un análisis sociológico del rechazo y del abandono escolares (CIDE, 1991), de Estructura Social Contemporánea. Las clases sociales en las sociedades industrializadas (Siglo XXI, 1995), de Sociología política de las clases sociales (Entinema, 1998) y de artículos en revistas especializadas y libros colectivos. Es miembro del Movimiento por la calidad de la educación en el sur y este de Madrid y de la Junta Directiva de la FAPA de Madrid Giner de los Ríos (cuya revista Participación coordina).