En Mi animal preferido eres tú poco importa desentrañar la anécdota personal narrada, ni es imprescindible la comprensión individual de las imágenes con que nos bombardea, al modo de aquellos órganos de Stalin que hostigaban las posiciones nazis. Lo fundamental es la verdad poética que desea transmitir. “Hoy he decidido que no soy una réplica exacta de un ser humano” afirma, y a través de esa búsqueda constante de sí mismo y su autenticidad, unida a la descripción metafórica de su entorno y del devenir histórico en el que se siente inserto, dibuja un retrato atemporal donde el propio autor se incluye, al modo de Velázquez en Las Meninas, contemplando la escena y nuestros rostros estupefactos de actores/ espectadores en el desvaído reflejo del azogue.