Para culminar la contraportada de este poemario, añado una bellísima cita de una de las películas que más me marcaron durante mi adolescencia, comparable al más sublime de los poemas jamás compuestos por la mente humana: «No somos enemigos, sino amigos. No debemos ser enemigos. Si bien la pasión puede tensar nuestros lazos de afecto, no debe romperlos. Los acordes místicos de la memoria nos lo recordarán cuando vuelvan a ser tocados, y seguro que lo harán, por los mejores ángeles de nuestra naturaleza…».