He leído tu zaguán en la parte trasera de lo que fue tu casa aquellos años. La salida al jardín. Y he leído tantas veces ya este jardín tuyo... que creo percibirlo sinuoso, irregular y fértil como el terreno en que lo dejaste brotar; sensual, inocente, creciendo libre a veces, a veces bruscamente detenido en una poda radical donde en el tocón de un arbolillo apenas has dejado asomar una rama, una hoja. Y en las islas de palabras, rodeadas de olas creadas por el rastrillo ascético, quisieras entregarte al descanso. Pero la mística de lo silvestre irrumpe entre las piedras con un verdor obstinado que no permite más que admitir su presencia y... amarla, si es posible, aún sin saber qué es.