A lo largo de los 130 años transcurridos desde la aparición del primer tratado de dibujo infantil de toda la historia (Corrado Ricci, 1887), son muy pocos los autores que se han interesado por los dibujos de los niños pequeños, comenzando sus estudios, en la mayoria de los casos, en el momento en que el niño se encuentra en plena representacion figurativa (entre los 5- 6 años).Antonio Machon, desde su doble condicion de experto en arte contemporaneo (desde 1973 dirige su propia galeria de arte) y de catedratico de Educacion Artistica de las Universidades de Valladolid y Madrid, basandose en la observacion directa y en rigurosos estudios de campo, realiza en este volumen una minuciosa investigacion del desarrollo grafico de los niños pequeños. Centrando su atencion en los primeros años estudia de forma independiente los procesos formales y los representacionales -algo inedito en los estudios realizados hasta ahora-, aportando la solucion definitiva al complejo proceso de la representacion grafica, demostrando que la representacion grafico-simbolica constituye el cauce natural y la condicion sine quanon para el acceso del niño a la posterior representacion figurativa.
A principios del siglo XX, la búsqueda de nuevos recursos creativos más directos y espontáneos, para desmarcarse de los postulados del XIX, da como resultado la acogida del dibujo infantil como modelo. La más que famosa frase de Picasso: "cuando tenía la edad de esos niños podía dibujar como Rafael. Sólo después de muchos años he podido dibujar como estos niños", es buen ejemplo de esto. Aunque ya Paul Gauguin había escrito: "Solo quiero hacer un arte simple; para ello necesito volverme a sumergir en la naturaleza virgen, ver únicamente a los salvajes, vivir su vida sin otra preocupación que la de reproducir, tal como lo haría un niño, las concepciones de mi mente con la única ayuda de los medios del arte primitivos, los únicos buenos, los únicos verdaderos". Pero no es el motivo de este libro estudiar las similitudes o diferencias entre el arte infantil y el arte adulto, cuestión que no llevaría a ninguna parte pues las motivaciones de ambos, niños y adultos, son bien distintas. El niño no es, en absoluto, un artista lo que no quiere decir que sus creaciones estén desprovistas de expresividad y belleza. El niño es, ante todo, un niño; un ser que busca su identidad psico-física y que atraviesa unas etapas de crecimiento semejantes a las de una planta que germina y crece.