Sin duda, hoy sería difícil ponernos de acuerdo sobre lo que significa ser un buen vasco. Si miramos a un pasado no muy lejano, sesenta o cien años atrás, sin embargo, encontraremos un acuerdo amplio: significaba, en primer lugar, ser un buen cristiano, un fiel y estricto católico, preferentemente euskaldún y baserritarra, tradicionalista y enemigo de los usos modernos… Todo aquello que se condensa en la expresión Euskaldun fededun. Cuando Rikardo Arregi escribió en 1967 que había que "matar al Dios de los vasquistas", se refería a esa estrecha identificación: al Dios y al tipo de fe que no permitía ser autónomo, heterogéneo y moderno. Este libro viaja a los orígenes de esa identificación y, bebiendo de las fuentes originales de los siglos XVIII y XIX, traza el relato del discurso, el adoctrinamiento y las prácticas que dictaban y moldeaban la forma correcta de ser y actuar como un buen cristiano vasco. Dibuja, en definitiva, los aspectos morales de esa vida acechada por el pecado y las tentaciones, e indaga en su duradera e influyente proyección político-ideológica.
“Euskaltzaleen Jainkoa hil behar dugu” idatzi zuen Rikardo Arregik, 1967an. Zer esan nahi zuen, ordea, euskaltzale eta jainkozale baten eztarritik ateratako oihu hark? Zein Jainko, zein fede-klase hil nahi zuen Arregik? Gizakia aske eta burujabe izaterik nahi ez zuen Jainkoa; berrehun bat urtean, gutxienez, “euskaldun ona” izateko modu bakarra arautu zuen fede-klasea: euskalduna baserritar, Elizaren esaneko otzan eta modernitatearen etsai izan behar zuela agintzen zuen fedea.Hil beharreko Jainko beldur zale horren erradiografia zehatza egiten da liburu honetan. Integrismo katolikoaren garairik ilunena marrazten da, iturrietan edanik, izuaren zuztarretaraino bidaia eginez. XVIII-XIX. mendeetako Euskal Herria eta bere giro moral, politiko-ideologikoa da hemen agertzen dena; izan ere, garai hartan joan zen mamitzen “euskaldun” eta “fededun” hitzen arteko identifikazioa, ia gaur arte iraun duena ordea.
Usted, invisible lector, tiene cara de buena persona. O tal vez no. ¿Cara de listo? O puede que cara de pocos amigos. Quizá cara de caballo, o de paloma. Pero en todo caso, tiene cara, eso seguro. Y eso es como tener un texto en la frente, un texto que se esta escribiendo y reescribiendo constantemente, un texto que, no se sabe como, todos los que lemiran saben leer conmayor omenor acierto. Pormuy bien vestido que este, esta desnudo, amigo. Y vive entre miles y miles de seres desnudos de cuello para arriba, en una curiosa comunidad de rostros que se leen mutuamente, que se comunican, se conocen o se intuyen mas alla -o mas aca- del elaborado artefacto de sus palabrasEste libro nace de una fascinacion.por la idea de que el caracter moral de una persona pueda revelarse mediante signos corporales y, especialmente, faciales.Una fascinacion que se extiende a todas las formas no linguisticas de la moralidad, a la informacion no verbal que transmitimos e interpretamos en el encuentro cara a cara.Una fascinacion, en definitiva, por las diferentes formas historicas y culturales que toma la idea metafisica -profundamente arraigada- de que la cara es el espejo del alma. Una historia moral del rostro tal como aqui se ensaya resulta novedosa y atipica. Y ello porque intenta integrar lomas interesante de todas esas fuentes que generalmente no suelenmezclarse, para desembocar en los fundamentos de una etica del rostro.