La literatura es un juego atroz. Por eso silbar una canción de Sly and the Family Stone sería más provechoso que leer este libro. Y no sólo eso, también sería más útil mirar la música del silencio lunar, acariciar el fuego, comerse una guayaba, desatormentarse con una cerveza fria, conversar con Edward W. Said. Si este libro fuera una persona tendria el cabello largo como un eclipse de sol y todas las mañanas rezaria: Santa Madre de los desastres literarios, pantallera, alucinada, presuntuosa, perezosa, ineficaz: jodete. Si este libro fuera una fotografia seria aquella de Rogelio Cuellar en la que se capta el momento exacto en el que Borges mea mientras sostiene el baculo en su sobaco derecho.