David Kidd (1927-1996) nació en Corbin, Kentucky. A finales de 1946, tras licenciarse en la Universidad de Michigan donde había estudiado Cultura China, se marchó a la Universidad de Yenching, en Pekín. Allí estudió poesía china y dio clases de inglés en la Universidad de Qinghua. Vivió en Pekín durante cuatro años–incluyendo los de la toma del poder por los comunistas–, en el transcurso de los cuales se empapó de la cultura artística del país, frecuentó a ilustres expatriados como John Blofeld o William Empson y conoció a la que sería su esposa. Su matrimonio con Aimee Yu, una joven de la aristocracia pequinesa, le permitiría conocer de primera mano el desmoronamiento de la antigua China. En 1950 Aimee y David abandonaron Pekín camino de Estados Unidos. En este país Aimee comenzó su carrera como física, mientras que David enseñó en el Asia Institute de Nueva York hasta 1956, año en que se instaló en Japón. Allí dio clases en las universidades de Kobe y Osaka y se convirtió en un reconocido coleccionista de arte chino y japonés. Más tarde se instaló en Kioto y fundó la Oomoto School of Traditional Japanese Arts.Sus recuerdos de los últimos días de la antigua China se publicaron en 1960 con el título deAll the Emperor´s Horses y volvieron a editarse en 1988, revisados, comoPeking Story.
Recibe novedades de DAVID KIDD directamente en tu email
For two years before and after the 1948 Communist Revolution, David Kidd lived in Peking, where he married the daughter of an aristocratic Chinese family. "I used to hope," he writes, "that some bright young scholar on a research grant would write about us and our Chinese friends before it was too late and we were all dead and gone, folding into the darkness the wonder that had been our lives." Here, Kidd himself brings that wonder to life in a luminous evocation of an ancient and beautiful - but doomed - way of life.
Bellísima autobiografía que capta el final de la China milenaria por la llegada de la revolución.Sin saberlo, David Kidd se convertiría en testigo de una época excepcional. Dejando atrás Estados Unidos, vivió en Pekín desde 1946 a 1950. La llegada de los comunistas le hizo comprender de inmediato que el mundo donde vivía estaba destinado a desaparecer. Este es su testimonio, el de su vida en la gran mansión de una familia adinerada, rodeado de las tradiciones y ritos de un mundo elegante y refinado. La vieja China desaparecida queda fielmente reflejada en estas memorables páginas.
El relat de David Kidd, en què sencadenen històries senzilles, delicioses, divertides o nostàlgiques, dibuixades amb la delicada precisió dun miniaturista, ens converteixen en testimonis daquesta
David Kidd vivió durante cuatro años (desde 1946 a 1950) en la ciudad de Pekín; en 1949, cuando los comunistas acababan de llegar al poder, se casó con la hija de una aristocrática y acaudalada familia china, y pasaría el tiempo que le restaba en la ciudad instalado en la mansión familiar de su esposa. Allí se convertiría en testigo de la desaparición de la China milenaria: la revolución iba a suprimir rápidamente las antiguas tradiciones y las viejas formas de vida. Este libro contiene sus memorias de aquellos años: el retrato íntimo de un mundo elegante y refinado, de viejas costumbres milenarias, un retrato memorable y conmovedor porque el mundo que en él se describe iba a ser implacablemente destruido. “Siempre tuve la esperanza –nos dice Kidd– de que algún académico joven y brillante se interesaría por nosotros y por nuestros amigos chinos antes de que fuera demasiado tarde, de que estuviéramos todos muertos y las maravillas que habíamos contemplado quedaran sepultadas en el olvido. Pero este joven no ha aparecido y, por lo que sé, soy el único cronista con material de primera mano sobre esos años extraordinarios que vieron el final de la vieja China y los comienzos de la nueva.” En este libro, Kidd consigue que todos esos sucesos extraordinarios vuelvan a la vida.