Vivimos en una democracia, nos jactamos. Podemos quitar y poner a nuestros gobernantes, nos repetimos. Somos libres, nos consolamos. Ésa es nuestra democracia, o así debería funcionar, al menor en teoria, nuestro sostema democratico, el que creemos mas avanzado del planeta. Tenemos idealizada esa palabra democracia, cuando, en verdad, nos limitamos a depositar, cada cuatro años, una papeleta con unos nomrbes preelegidos por los todopoderosos partidos politicos. ¿Tan perfecta es nuestra democracia? La verdad es que no. Su ajercicio dista bastante de la perdeccion de su apariencia. Pero, sin embargo, muy pocos son los que se traven a dinunciar sus flagrantes pecados. Si algun critico cuestiona alguno de sus postulados o critica algunas de sus evidentes fallos, siempre aparece el apologista de turno repitiendo las palabras atribuidas a Churchill: La democracia es el peor de los sistemas politicos si esceptuamos a todos los demas, claro esta.
«Miles de periodistas empotrados e incrustados en la cultura dominante ignoran voluntariamente que todas las grandes gestas del periodismo en la historia comparten el mismo rasgo: se apartan del poder dominante y se impregnan de insurrección. La rebeldía frente al poder es una condición indispensable para ser periodista. Bob Woodward y Carl Bernstein fueron insurrectos cuando denunciaron el Watergate, al igual que Edward R. Murrow y Seymour Hersh cuando denunciaron los abusos del macartismo y la matanza de My Lai, en Vietnam, respectivamente. Anna Politkovskaya, al contar la verdad sobre los abusos y crímenes del poder ruso en Chechenia, se ganó a pulso el odio de un autócrata como Vladimir Putin y quizás también el derecho a ser considerada un ejemplo para periodistas, tras su cobarde asesinato político.» «No hay un solo caso de periodista esclavo que sea recordado por la Historia, del mismo modo que tampoco merecen el recuerdo los militares cobardes o los médicos al servicio de la muerte. Que quede claro que los periodistas sometidos al poder sólo pueden esperar poder y dinero, pero nunca reconocimiento, honor o respeto.»