La trayectoria vital de José Sánchez Rosa, desde los lejanos años de finales del siglo XIX hasta su asesinato por los golpistas de julio de 1936, es un línea recta en busca de ese mundo nuevo que él identificaba con la Anarquia. Fue a presidio, ejercio de maestro, actuo de propagandista, en mitines y periodicos, y controvirtio con todo aquel que quiso sobre sus ideales. Es imposible hacer la historia de Andalucia de estos ultimos cien años sin tener en cuenta la presencia del anarquismo en la mayoria de sus comarcas. De tal forma que se puede asegurar que Sanchez Rosa no es sino la punta del iceberg que llena pueblos y ciudades con figuras militantes de igual o parecida importancia, uno mas de otros muchos cientos de militantes locales que explican la vigencia del anarquismo organizado en Andalucia y la pervivencia de sus ideales hoy dia a pesar de la represion, los disputas internas y los cambios economicos y sociales que se han producido durante estas decadas. Protagonizo practicamente desde los inicios del movimiento obrero español hasta las visperas de los acontecimientos que significaron su culmen: la Revolucion española de 1936.Hombre de su tiempo, tuvo una confianza infinita en el progreso cientifico y en la capacidad humana para alejarse del mal. Hoy, algunos, podran tacharle de ingenuo o, como se ha hecho, de desequilibrado; sin embargo, nadie podra negarle su bondad, y tiene su vida tal grado de coherencia que no puede evitarse mirarle con simpatia. Sanchez Rosa fue, ante todo, un hombre bueno. Incluso en los articulos mas encendidos que escribio, en los dialogos de sus folletos, siempre queda abierta la puerta de la confianza en la bondad natural del ser humano, en el apoyo mutuo y no en la competencia que es como avanza y alcanza su mayor plenitud. Quizas ahi resida la razon por la que el Estado, el Leviatan, tuviera la configuracion que tuviera, nunca ignoro su figura. Monarquia, Republica y Dictadura fascista no se olvidaron de el. Lo condenaron, lo encarcelaron, lo desterraron y, finalmente, lo mataron. Era su presencia, su ejemplo, su propaganda por el hecho, lo que le convertia en peligroso.
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