Presenta un esbozo de las grandes cuestiones del quehacer periodístico que pueden ser abordadas desde la filosofía: desde sus conceptos básicos, su dimensión moral o su praxis concreta. Se trata, por tanto, de una obra esencial tanto para el estudioso del periodismo como de la filosofía, así como para todos aquellos interesados en pensar el gran tema de nuestro tiempo: la transmisión masiva de la información que necesitamos para ser auténticamente ciudadanos.
¿Se puede seguir hablando de objetividad periodística? Esta es la cuestión capital de este libro. El autor parte de la convicción de que sólo una reflexión adecuada de los grandes pilares en los que se asienta la profesión, puede contribuir a la tarea de rehabilitar una Teoría de la Información periodística. De entre ellos, la objetividad aparece como la piedra angular. Dos reflexiones extremas e irreconciliables copan la invesitgación acerca de la objetividad: la ingenuuidad propia del realismo informativo, y el esceptcismo idealista que renuncia a la misma. MIentras la primera nos introduce en un proyecto imposiblle, la segunda nos aboca a un proyecto equivocado.
Cuando la filosofía se convierta en un cúmulo de respuestas definitivas, entonces no tendrá sentido la tarea filosófica y mucho menos la «forma filosófica de existencia», que diría Husserl.
La actit
El libro busca explorar la fertilidad fenomenológica de la disposición afectiva de la serenidad (que, como toda Stimmung explicita el cómo nos va en el mundo) derivada del otro pensar del ser. El texto comienza recordando la celebre reflexion de Heidegger en Serenidad para continuar mas alla de el. ¿Es posible pensar la serenidad en nuestro ahora determinado por otro tipo de tecnica que ya no es exactamente aquella tecnica moderna de la que se ocupo el filosofo de Meskirch? ¿Como es entonces el nuevo modo de destinarse el ser al hombre? ¿En que sentido puede hablarse aqui de oportunidad para la salvacion? La serenidad tiene mucho de continencia, de capacidad para abstenerse de la natural dispersion del hombre en las cosas del mundo y evitar asi el dejarse llevar por todo lo que nos promete terminar siendo como dioses. La concepcion heideggeriana de la serenidad nos pone sobre la pista del pensar de la no-violencia, del pensar de la noluntad. Es el tiempo de la renuncia, de la retirada, de la abstencion, de la dejacion, de la distancia, pero tambien de la escucha, de la entrega, del descubrimiento, y como no, de la respuesta, de la acogida, de la receptividad, de la hospitalidad. El tiempo, en definitiva, del otro lenguaje, el Ereignis en el que el ser humano, acogido por la palabra en la que habita como poeta, recibe las cosas en la pasividad de un pensar cuyo unico querer es el dejar. Como si el estar en la iluminacion del ser pudiera entenderse como un dejarse en el ser para un cuidado entendido ahora como un dejar ser a los entes. Hoy mas que nunca, el ser humano esta siempre ante el peligro de dejar de ser su verdad para ser ?yo?. La posible transformacion que detenga este movimiento aniquilador y, de algun modo violento, solo puede empezar en el otro pensar que vuelve a hacerse cargo, mediante la pregunta, de la esencia de lo que somos cada uno de nosotros, siempre soldada a toda meditacion del ser. En el otro pensar llamado a inaugurar otro comienzo en el que la serenidad acontece como la actitud del tener que pasar de para volver a. En el otro pensar que metamorfosea los significados del mundo para vivirlos de otro modo.