Si la respuesta a las actuales exigencias de la periferia vuelve a ser, como viene ocurriendo en las últimas décadas, la cesión de parte de lo que piden, ganaremos una relativa tranquilidad por un corto espacio de tiempo. Pero pronto llegará la siguiente demanda, con un Estado aún más débil y Comunidades con superior potencia.
¿Progresa necesariamente la Humanidad? Conocida la Historia y analizando el presente es inevitable intentar hacer un pronóstico del futuro próximo que nos aguarda. Cuando concluyó la II Guerra Mundial, la cultura occidental se desarrolló en una etapa en la que predominó lo racional y apolíneo. De ahí la fe inquebrantable en el progreso que caracteriza hoy a nuestra civilización. Sin embargo, este libro muestra serios indicios de que a comienzos de nuestro nuevo milenio esta etapa puede llegar a su fin e introducirnos, de nuevo, en un periodo cultural dionisiaco en el que lo carismático y lo pasional volverán a predominar moldeando una sociedad en la que el cesarismo será un fenómeno emergente y decisivo. ¿Qué caracterizará a esta nueva fase de nuestra cultura? Y si, en efecto, este nuevo periodo histórico se está gestando ya ¿qué elementos podemos aprovechar del pasado para evitar la barbarie de la primera mitad del siglo XX? El autor reflexiona y busca respuestas en este libro a estas cuestiones que nuestra sociedad no podrá ignorar en los próximos años.
Aunque se mantienen las apariencias, el Estado español es ya sumamente débil, en poderes y en voluntad de sobrevivir. Y aun se le quiere más inoperante. Ello será un gran perjuicio para todos los ciudadanos, que están perdiendo su gran palanca de fuerza y progreso, pero es también un grave riesgo, porque la historia enseña que las naciones se crean con sangre y se desintegran con sangre. El autor, que se confiesa corresponsable del diseño del Estado de las Autonomías, además de estudiar la nación española desde sus orígenes bajo Roma, los modos de reintegración tras las diversas crisis, los esfuerzos de todas las regiones por hacer la España unida, los nacimientos y contenidos reales de los nacionalismos interiores, explica cómo la Constitución ha sido subrepticia y continuadamente violentada por querer jugar a todo, a la igualdad y a la diferenciación. Lo cierto es que, pese al esquema federal realmente contenido en nuestra Constitución, hace una década que estamos recorriendo la senda confederal, que supone negar la nación española, concibiendo al Estado como mero instrumento al servicio de las Comunidades Autónomas, lo cual es mucho más crítico cuando, las pocas funciones que aún mantiene el Estado, ya no son nuestras sino de la UE. Se estudia la moralidad o inmoralidad de las políticas que piden la minimización del Estado -o en su caso la separación-, la posibilidad de la reforma del Senado sin confederalizar más el País, y se concluye con un capítulo de sugerencias para salvar el Estado respetando las autonomías periféricas. Y se sostiene que, si preferimos seguir ganando tiempo y manteniendo la confortabilidad de nuestro vivir, alguien, en algún momento, nos exigirá responsabilidades.
Bajo capa de modernidad y equilibrio se viven hoy nuevos extremismos, que no pocas veces llevan al Fundamentalismo, es decir, a la imposición coactiva para los demás de aquellas cosas que a nosotros nos parecen la Verdad, fenómeno que ni está superado ni es sólo religioso. Podemos comprenderlo y acaso disculparlo, pero igual que lo intentó Felipe II en Inglaterra, hoy lo practican la OTAN y los USA, más aquellos Tribunales que quieren entrar a reparar la injusticias que se comenten en países ajenos.