Este es un libro de luces y sombras, o sea, de luz, porque las sombras son hijas de la luz, unas hijas algo desviadas o rebeldes, que precisamente por su desobediencia realzan el efecto de la luz. Las hijas de la luz, las sombras, nos proporcionan la ilusión de una tercera dimensión, que se activa en nuestro cerebro gracias a un largo proceso cultural. De esa manera, los Mallos, por ejemplo, no son unas masas plasmadas en la fotografías como forma de un cartel, sino que nos muestran en todo su relieve, con tanta plenitud, que sabemos que hay una parte posterior aunque no la avistemos, como sabemos que bajo la piel cabalga la sangre y los huesos mantienen los músculos. Y son también esas sombras las que en los atardeceres, cuando el cielo se pone de color adagio y las almas laten al compás de un andante maestoso, esas sombras, digo, se enorgullecen de su rebeldía y se sienten más protagonistas que nunca porque saben que tras los bermejos destellos vendrá el reino en el que son mayoría: el Reino de la Noche.