La narrativa breve de Thomas Wolfe, leída como se puede hacer en este volumen, seguida y hasta el final, es incomparable e inclasificable, y sus cuentos reunidos constituyen un corpus titánico que contiene un universo único. Inabarcable -palabra que él utiliza tantas veces-, infinito, puro, virgen, salvaje y extraordinariamente humano.Con la traducción de Amelia Pérez de Villar -garantía de cuidado, exigencia y calidad- se agrupan, por primera vez en español, en la edición más exhaustiva no solo sus cuentos breves -« El invierno de nuestro descontento» o «Chickamauga»- sino también las narraciones más extensas -«El muchacho perdido» o «No hay puerta»- del escritor más químicamente puro que ha dado la literatura estadounidense, con casi sesenta textos inigualables. La trayectoria de Thomas Wolfe, envuelto en una personalidad única, conflictiva y adictiva, estuvo marcada por su escritura desbordante, la relación indispensable con su editor y su muerte prematura con treinta y siete años. Un vendaval de literatura.
Tras la novela La red y la roca, Thomas Wolfe recobra a su personaje central George Webber para construir un relato sobre los sueños no cumplidos y la realidad, el tiempo y la memoria, y la búsqueda para encontrar un camino que nos lleve de vuelta a ese l
A pesar de haber sido escrita antes que El niño perdido, William Faulkner (uno de los grandes lectoresde Wolfe) consideraba Una puerta que nunca encontré «su continuación natural».Aparece también aqu
La acción sucede en 1904, en la época de la Exposición Universal celebrada en Saint Louis. La familia Wolfe se ha trasladado desde Asheville y ha abierto aquí un pequeño alojamiento para los vecinos de su lejana ciudad natal que visitan la Exposición. Grover Wolfe, el niño al que se refiere el título, tiene sólo doce años, pero, según dicen todos los que lo conocen, una sensibilidad y una madurez extraordinarias… La novela cuenta, en cuatro tiempos, con cuatro voces distintas muy bien diferenciadas y en cuatro largos capítulos distintos, la búsqueda del "niño perdido", del hermano muerto. La novela la escribe, precisamente, el hermano del chico, su hermano menor exac-tamente, el gran Thomas Wolfe, uno de los autores clave de la primera mitad del siglo XX. Con el telón de fondo de esa América provinciana que aún hoy nos fascina, es una novela bellísima, perfecta en su estructura e inigualable en su poder de evocación.