Luis Arias nos ofrece una interpretación global de Azaña, la personalidad paradigmática de la República, mostrando la imposibilidad de separar su carácter público de su dimensión privada y literaria. Formó parte de la llamada Generación de Ortega, que se caracterizó por la revisión del pasado inmediato y sus proyectos de modernización del país. Para Azaña, el presente que le tocó vivir y dirigir sólo podía entenderse desde el siglo XIX. Así, sus críticas a la Generación del 98 o sus revisiones de la historia española anterior trataban de señalar las dificultades de la modernización en un contexto de gran atraso. Su vida y su obra, según el autor, fueron "un sueño de la razón", un compromiso con su tiempo, pero en un momento histórico plagado de dificultades (fascismo y comunismo en ascenso) que imposibilitaron el triunfo de las ideas liberales.