Personaje clave para entender el espíritu del siglo XVIII francés, madame du Deffand (1697-1780) se ha convertido en la más perfecta y l?cida encarnaciÛn de cierta enfermedad del alma, el ennui, el tedio de vivir, el escepticismo llevado a sus ?ltimas consecuencias: el aburrimiento. En 1718 contrajo matrimonio con el marqués du Deffand y, tras una discreta separaciÛn de hecho, se hizo amante del Regente durante algunas semanas. Invitada habitual en la corte de Sceaux, fue íntima amiga de la duquesa del Maine y amante del presidente del Parlamento. Cerca ya de los cincuenta años, olvidado su pasado libertino, se decidiÛ a formar su propio salÛn en París, al cual acudirían, entre otros, Voltaire, díAlembert, Montesquieu, madame de Staal, y el ?ltimo y más apasionado amor de su vida, el escritor inglés Horace Walpole. Su abundantísima correspondencia, sÛlo comparable a la de su celebrada antecesora madame de Sévigné, descubre un estilo que, al decir de Sainte-Beuve, es ´junto al de Voltaire, en la prosa, el más clásico y puro de esta épocaª. Madame du Deffand pasa revista a los acontecimientos de una sociedad en donde el ingenio, la defensa del gusto y el culto a la inteligencia eran valores en alza. Sin embargo, sus cartas rebasan con mucho el género de la crÛnica mundana, y ello porque la marquesa vive, como ha dicho Cioran, azotada por el ´flagelo de la lucidezª.