Enrico Castelli (1900-1977) fue catedrático de Filosofía de la Religión en Roma. Entre sus principales obras destacan: Il tempo esaurito (1947), Il tempo invertebrato (1969), I presupposti di una teologia della storia (1952).
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¿Qué se puede ofrecer a los pueblos deÁfrica además de las ayudas de justicia en el campo de la asistencia y del desarrollo? ¿Sólo declaraciones de indignación ante las injusticias que sufre, el mercado de armas y la explotacion? ¿Que compensacion hay que darles tras siglos de esclavitud, de dominacion, de latrocinios y de promesas traicionadas? Ciertamente una propuesta de vida nueva, digna y verdadera, que se pueda vivir con gusto en las relaciones con los demas y con la propia historia, conservando la propia dignidad como riqueza en la diversidad unida de una nacion finalmente en paz.
Escrito hace ya más de medio siglo, no por azar después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, este libro trata de las representaciones de lo demoníaco en el arte europeo desde el siglo XIV al XVII. En el Prólogo a este ensayo Corrado Bologna nos presenta a Castelli como un enamorado de la categoría de lo demoníaco, y lo compara con Eugenio d’Ors por su pasión por el barroco, o con Jurgis Baltrusaitis por su gusto por lo fantástico. Los fragmentos de los diarios de Castelli que se citan en el Prólogo muestran cómo las visitas a los museos de München y Colmar, y la visión de los Brueghel, Memling, Grünewald, Altdorfer o Durero, impulsaron este «pensamiento del arte». Este gran humanista que durante años reunió en Roma a la flor de la intelectualidad europea (Paul Ricoeur, André Chastel, Raimon Panikkar, Kart Kerényi, Emmanuel Lévinas, y otros) forjó una hermenéutica espiritual del arte, de la que este libro es su mejor expresión.