Marta Bizcarrondo (San Sebastián, 1947- Madrid, 2007), fue catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid. En la UAM fue vicerrectora de Ordenación Académica de 1990 a 1998 y directora del Departamento de Historia Contemporánea entre 1999 y 2002. Entre sus obras destacan Araquistáin y la crisis socialista en la II República. Leviatán (1934-1936), publicado en Siglo XXI, y junto a Antonio Elorza escribió Queridos camaradas (Planeta, 1999) y Cuba/España: el dilema autonomista, 1878-1898 (Colibrí, 2001).
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Más allá de las explicaciones psicológicas al uso, es en el marco de los conflictos sociales de los años treinta donde debe situarse la explicación del fenómeno conocido como la radicalización socia
"Vae victis". El hundimiento del proyecto político de los autonomistas cubanos al sobrevenir en 1895 la guerra de independencia ha sellado su imagen histórica. Habían sido la represa de la revolución, en palabras de Martí, y nunca el poder colonial español confió en ellos, otorgándoles únicamente la gestión de la Isla en 1898, cuando todo estaba perdido. No obstante, desde los días que siguieron el Zanjón en 1878, el Partido Liberal Autonomista, agrupación de notables, pero también dotado de un amplio apoyo entre la población criolla, supo definir e intentó resolver, frente a la miopía española, la problemática de forjar políticamente una patria cubana marcada por la rémora de la esclavitud, el hierro del dominio militar de la metrópoli y el riesgo de absorción por la gran potencia norteamericana. La biografía política del autonomismo cubano permite entender el juego de posibilidades y estrangulamientos que han de afectar a la Cuba independiente y tutelada del nuevo siglo.
La Segunda República fue inicialmente un período de grandes esperanzas para los trabajadores españoles. Parecía llegado el momento en que décadas de fructífera labor sindical se tradujeran en una reforma decisiva en la legislación social y en las condiciones de trabajo, gracias al éxito electoral del PSOE y a la presencia del Largo Caballero en el Ministerio de Trabajo y Previsión Social. Pero las cosas no resultaron fáciles y la resistencia patronal al cambio fue mucho más lejos de lo esperado. En esta situación de inseguridad, la Unión se vio conmovida por la crisis de la coalición republicano-socialista y la victoria electoral de un centro-derecha dio vía libre a la contraofensiva patronal y puso sobre el tapete el riesgo de una involución. La fallida insurrección obrera de octubre de 1934 fue la respuesta. Para la UGT se abría una etapa difícil, con miles de obreros encarcelados y expulsados de sus puestos de trabajo. La sublevación militar interrumpió brutalmente esa trayectoria.