Edición de Servando Rocha. Hubo un tiempo, no hace mucho, en que el tatuaje estaba reservado a una tropa formada por criminales, apaches, presidiarios, legionarios, prostitutas, anarquistas o marineros. Aunque tambien se puso de moda entre la realeza europea o exhibia en circos y espectaculos de fenomenos. Su uso, un codigo secreto en manos de fueras de la ley, desperto la fascinacion e interes de numerosos antropologos, criminologos y medicos que, siguiendo las ideas del italiano Cesare Lombroso padre de la antropologia criminal, veian en el tatuaje un signo de atavismo y predisposicion a la locura, violencia y asesinato, y los tatuados rarezas y seres misteriosos.En España, desde que en 1888 Rafael Salillas, nuestro pequeño Lombroso, mostrase su coleccion de tatuajes de delincuentes patrios, los tatuados, que fueron fotografiados y estudiados, sembraron el terror y desconcierto: oleadas de apaches con el cuerpo cubierto de dibujos obscenos y llamadas a la venganza, llegaban a ciudades como Madrid, Barcelona o Bilbao, entre otras, al tiempo que defendian la bohemia mas hampona. Mas tarde, milicianos y falangistas ocultaban o directamente se arrancaban aquellas marcas delatoras (hoces y martillos, yugos y flechas en brazos y pechos) que podian costarles la vida y los legionarios "una autentica subcultura tatuada" llenaban sus cuerpos con cruces, virgenes y nombres de sus amadas. Tambien quinquis, pandilleros, motoristas y rockers fueron pioneros en mostrar aquellas cicatrices parlantes, como llamaron al tatuaje los mandos policiales y militares.Durante un siglo el tatuaje fue criminal y marginal, hasta que en 1989, el fotografo y tatuado Alberto Garcia-Alix abrio las puertas de la tienda y estudio de tatuajes El Martillo de Lucifer, donde comenzaria su imparable popularizacion con Mao, legendario tatuador que en los ochenta tatuaba a la marina estadounidense en Rota, como una de sus grandes estrellas. Lo que vino a continuacion ya lo sabemos: el tatuaje y aquel sorprendente estilo de la vieja escuela se convirtieron en masivos, elevandose a la categoria de arte y perdiendo el aura de peligro del pasado. Servando Rocha, editor de esta obra unica en nuestro pais, investigo y rescato antiguos tratados medico-legales, fichas policiales y numerosas fotografias perdidas en el tiempo practicamente nunca vistas, para construir un relato visual de un siglo de angeles bellos y barbaros tatuados, junto a espectaculares colecciones criminologicas francesas, mexicanas o alemanas, haciendo de CRIMINAL el gran libro ilustrado del tatuaje de aquella España brutalista, esa que mostro con orgullo y desafio puñales, calaveras y corazones sangrantes.
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