Luis Manuel García Méndez (La Habana, 1954) es escritor, editor y periodista, ha publicado una docena de libros: los poemarios Un asombro pendiente (1994, 1996) y Utopiario (2002); los libros de cuentos Los amados de los dioses (1987), Los forasteros (1988), Habanecer (1993, 2005) y El éxito del tigre (2003); la novela El restaurador de almas (2002) y el volumen de no ficción Diario Delirio habanero (2010), entre otros. Ha dictado conferencias en once universidades de Cuba, México, Brasil, Alemania, España y Suiza. Unos ochocientos textos periodísticos y literarios suyos han aparecido en publicaciones periódicas, selecciones y antologías de ocho países, traducidos a seis idiomas. Fue jefe de redacción de la revista Encuentro de la Cultura Cubana hasta su último número.
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El señor de los naufragios opera desde los pliegues de la
realidad. En esta mirada oblicua, los hombres puedennacer con las palabras contadas; un náufrago puebla con
la imaginación su isla desierta;
Entre marzo y julio de 1980, el profesor Alvaro Cué queda condenado al silencio mientras se tramita su expulsión de una universidad cubana por razones ideológicas. Claustro y alumnado reciben el diktat del Partido: so pena de excomunion, nadie le dirigira la palabra y haran oidos sordos a las suyas. Alvaro Cue intentara mantenerse a flote en medio de un silencio plagado de situaciones disparatadas y grotescas.
Luis Manuel regresa a Cuba en el verano de 2009 para tantear el mundo que dejó, la ciudad que amó y construyó en Habanecer. Frente a él, la isla en peso, con la plenitud de sus ruinas, en la que hoy vive y se desvive por seguir viviendo la Revolución. La Cuba que visiona el autor a su vuelta del exilio es un país surreal que delira y camina entre un porvenir de estrecha ortodoxia y un presente dicotómico, el patria o muerte y su cada vez más susurrante venceremos. Satírico, con un humor cercano y fresco, nada melodramático, irónico, con disparos certeros de elocuencia y asientos de afilada erudición, el autor nos conduce a través de los pasajes de este diario en los que se paladea el sabor de una realidad que se cansó de soñar, que agotó su sueño. La Habana es una de las ciudades más amadas de la Tierra. Ella desgrana contra el mar la sintonía de una pelea perdida, de una batalla eterna. Hijo de esta ciudad, el autor se habanizó hace años, y habanece otra vez ahora, sin sal en los ojos, en medio de una saudade llena de rigor y anclada al cariño hacia un país que siempre deja huella. Y duele tocar cada cicatriz. Duele desabrazarse.
Premio de novela Baltasar Porcel Vila dAndratx 2014Un protagonista singular, único, es despertado a las dos de la mañana por los agentes de la policía sevillana. Cierto funcionario del consulado rus
A lo largo y ancho de los últimos tres decenios, Luis Manuel García Méndez se ha consagrado como uno de los más persistentes, destacados e inquietantes cultores del cuento en la literatura cubana contemporánea. Autor de nueve libros de relatos —dos de ellos aún inéditos—, ganador de infinidad de premios cubanos e internacionales, representante típico y a la vez singular de la narrativa que se escribe en la isla a partir del decenio de 1980 (cuando éramos tan jóvenes y casi felices, todos teníamos mucho pelo y hasta carnet de identidad), su trabajo en el género lo ha convertido en una figura insoslayable para seguir los pálpitos de esta forma narrativa en la literatura del país. Vindicación de Macbeth. Mis mejores cuentos es una reveladora muestra de esa persistencia y fidelidad de García Méndez al cuento. Las diecinueve piezas que componen esta antología, realizada por el propio escritor (con todos los riesgos que la doble condición de autor y antólogo entraña, y que él reconoce) muestran un itinerario posible de su obra, tan posible como otros que pudieran haberse trazado con otras piezas u otras perspectivas, pero que, con toda certeza, conduciría al mismo destino: a la comprobación de que Luis Manuel García Méndez es un narrador que porta todas las armas del oficio, que con arte ha sabido dar el aliento contradictorio y dramático de nuestro tiempo cubano (con independencia del huso horario o del momento histórico donde transcurra) y que su maestría literaria ha sido un proceso ascendente que le ha permitido escalar las alturas donde se ha instalado, como escritor empecinado y visionario. Leonardo Padura